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El macho alfa

CON LA PUNTA DE LA AGUJA1

Hemos asistido estos últimos días a un intercambio virulento de “mensajes” —por decir lo menos— entre hermanos y compañeros que dicen ser militantes del proceso de cambios del pueblo boliviano. Sin duda que las críticas que construyen son bienvenidas en todo espacio y momento. Las respuestas a las críticas constructivas, que explican y reconocen los errores, son bienvenidas también, y necesarias porque ayudan a generar el movimiento de retroalimentación del proceso. Las críticas y las autocríticas constituyen un mecanismo reflexivo y cuidadoso, cuyo objetivo es reconducir o reencaminar las acciones y decisiones revolucionarias, aquellas decisiones que apuntan a acabar con todas las opresiones que lastiman la vida en el territorio del Estado Plurinacional de Bolivia.

La práctica de la crítica y la autocrítica forma parte de un comportamiento responsable y de reconocimiento del otro y de la otra. Por lo tanto, requiere una dosis de humildad, como expresión de la conciencia, ya que somos humanos y humanas y podemos estar equivocadas.

Hemos asistido con angustia e indignación al tiroteo cruzado e irresponsable de acusaciones y respuestas a las acusaciones, como parte de un espectáculo de guerra fratricida entre hermanos tirando a matar. Podemos estar de acuerdo con los contenidos de las críticas, y también entender algunas de las explicaciones que se dan, pues saltan a la vista, no somos giles, porque somos capaces de darnos cuenta de lo que está pasando y qué intereses están en juego. Ese espectáculo doloroso de guerra fratricida que ha tocado el corazón mismo, el chuyma mismo de nuestro proceso de cambios revolucionarios, nos duele. Este proceso ha sido abierto con las luchas en las calles que hombres y mujeres del pueblo boliviano hemos dado contra el Estado colonialista, capitalista neoliberal de dominio en nuestro territorio.

Eso duele, como militantes de esta causa que tiene por objetivo el “vivir bien” de todas y de todos y de nuestra madre y hermana naturaleza. Nos duele la irresponsabilidad que campea, la falta de formación política que es una vergüenza. No hay análisis político, ni un mínimo análisis de coyuntura al dar sus opiniones. ¡Qué espectáculo vergonzoso, hermanas y hermanos! Nos estamos sacando la mierda entre nosotras y nosotros, y dando a los fachos soga para que pretendan ahorcarnos. ¿Qué les pasa? Ya está de buen tamaño la pelea por el liderazgo del macho alfa, no somos manada, somos pueblo que hace historia y tiene esperanza. Respetamos el momento histórico, con sus subidas y bajadas, pero lo que sí necesitamos es responsabilidad en como manejamos este tiempo y las tareas revolucionarias que nos ha tocado cumplir.

Estamos en una lucha contra un Estado del poder patriarcal, colonialista, capitalista neoliberal, que está dispuesto a hundir Bolivia si no son ellos y ellas quienes mandan, y que no se van a dar por vencidos, pues siempre están complotando e inventando narrativas de “pureza y moralidad”, cuando sabemos que se pudren de tanta impostura. ¡Son impostores!

Es tiempo de parar y no seguirnos lastimando entre compañeros, porque las heridas nos debilitan para las luchas que nuestros y nuestras ancestras nos han encargado. ¡ Jallalla proceso de cambios!

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria