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Corpus Christi

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Farit Rojas

El filósofo y semiólogo francés Louis Marin explica su teoría de la imagen a partir de la fórmula cristiana hoc est corpus meum —éste es mi cuerpo—, fórmula con la que los cristianos celebran la transubstanciación eucarística del cuerpo de Cristo, el llamado Corpus Christi —que recordamos el pasado feriado del jueves 8 de junio y que nos confirma como un Estado con pluralismo religioso—. Como explica Marin, hay tres elementos lingüísticos que permiten el funcionamiento de la fórmula cristiana, primero el pronombre neutro demostrativo hoc; segundo el verbo ser est; y finalmente —tercero— el complemento objeto corpus meum.

Se supone que es Jesús quien habla y dice hoc est corpus meum y al pronunciar esta fórmula se transforma —por el verbo est— en el vino y el pan, y deja de ser, para ser en el vino y el pan, que también han dejado de ser, para ser algo parecido al cuerpo de Cristo.

De este modo, pan y vino pierden su ser, ascendiendo a un ser que se sitúa en otro lugar, pero que existe en la representación. Sin embargo, pan y vino no son la encarnación de Cristo, sino, al contrario, la condición de la manifestación de Cristo, emergiendo así una especie de pan y vino distinta, algo condicionado en la fe, como toda representación.

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Con el fin de demostrar la equivalencia entre el pan y el vino y el cuerpo semiótico-sacramental, Marin cita otros ejemplos, también de fe. El primero, la célebre fórmula pronunciada por Louis XIV, el Rey Sol, «l’État, c’est moi» —El Estado soy yo—. Marin explica que la soberanía no depende de la persona del soberano, sino del nombre que hace a la persona soberana. Como el título del rey es repetible (Louis XIV, Louis XVI, etc.), puede ser pronunciado por cualquier otro soberano, en tanto tenga el título de rey. Por lo tanto, el nombre-como-representación es la condición de la universalización soberana, una vez más, la fe de que el poder —la summa potestas— se encarne en el soberano. Otro ejemplo que da Marin es la máxima “le portrait de César, c’est César”, que quiere decir que el César, en su caracterización mítico-simbólica, es tal, solamente a posteriori, es decir, después de las historias y los cuadros de los cuales el César es el efecto. En un sentido similar, el filósofo francés Gilles Deleuze se preguntaba si el retrato de Jesús no sería el que dio la imagen a Jesús, ya que no tenemos ninguna certeza de la apariencia de Jesús antes de sus representaciones.

Creo que es debido a este tipo de ejemplos que el politólogo y jurista alemán Carl Schmitt decía que todos los conceptos significativos de la moderna teoría política del Estado son conceptos teológicos secularizados, y que pese a todos los intentos de huir de la religión la misma está presente en la base de nuestras comprensiones políticas del mundo.

(*) Farit Rojas es docente investigador de la UMSA