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Derecha: más rancia que nueva

SAUDADE

Las derechas (política, regional, mediática, cívica, eclesial, académica) están pre/ocupadas. Les gustaría convertirse en “nueva derecha”. Pero no saben cómo. Ni con quién. Tienen algunas ideas disfrazadas de “propuesta liberal”. Y quieren llegar al Gobierno. Claro que primero tendrán que ganar elecciones (no basta con cantar “fraude” ni rezar en los cuarteles pidiendo junta cívico- militar). Los caminos de la derecha, como los del señor, son insondables.

Veamos esta nueva derecha retratada por uno de los suyos. En principio, es una curiosa mixtura de libertarios, conservadores y patriotas. O lo que eso signifique. El paraguas común serían algunos principios liberales, aunque a veces les estorben. Lo nuevo es que es una derecha sin complejos: se reivindica como tal, exhibe sus banderas, celebra su antiprogresismo. Es políticamente incorrecta. Y apela a las emociones, esperando ser “lo menos populista posible”.

Hasta ahí todo bien, mientras encaucen sus ambiciones por vías democráticas e institucionales. Lo que sigue es “la consecución del poder político”. Hay que conquistar adherentes que en 2025 les voten mayoritariamente. Tendrán que formar partido (o alquilar sigla), “sin juntuchas”. El propósito está declarado: derrotar al campo plurinacional popular (“el paradigma masista”). Si se puede, borrarlo del mapa. La nueva derecha boliviana en germen no tiene remilgos ni tibiezas.

Solo hay dos obstáculos: la propuesta y el líder. ¿Qué haría la nueva derecha si llega al Gobierno? Lo primero: “terminar con el Estado Plurinacional y volver a la República”. Luego, con nostalgia neoliberal, regresar el Estado mínimo. Para ello despedir 263.000 funcionarios públicos (sin tocar motines ni militares, por supuesto). Enseguida, rancios, privatizar todo-todito-todo, incluyendo salud y educación. El gasolinazo es innegociable, como liberalizar el trabajo y la propiedad de la tierra. Y así. No es broma.

Vista su trasnochada “propuesta liberal”, la pregunta resulta obvia: ¿con eso, derechosos, osos, osos, quieren ganar elecciones? ¿En serio? ¿Esa es su promesa “revolucionaria”? ¿De verdad su “pueblo” es el individuo de clase media que paga impuestos? ¿Así quieren “patear el tablero”, liberales de papel periódico? Es el problema de vivir en un país que no conocen y, desde siempre, desprecian.

Y está la cuestión del líder. ¿Quién será su candidato presidencial? No tienen Bukele, ni su Milei o su Kast, ni siquiera un Trump o algún Bolsonaro (remedos y saraviados no cuentan). Y los jubilados de la vieja centroderecha, expertos en perder, no les sirven. La nueva derecha boliviana, si acaso, nacerá vencida y añejísima. 

FadoCracia calva

1. Cuando era bravuconcito, Rómulo dictaba sentencia: “no descansaremos hasta ver tras las rejas de la ignominia a estas bestias humanas, indignos de ser llamados ciudadanos”. Y agraviaba: “la wiphala es un trapo que no nos representa”. 2. Hoy Rómulo, que tiene un pelo de tonto, huye corriendo, cae tembloroso, niega todo: yo no fui, llegué tarde, no soy ningún discriminador. 3. No es la primera vez, ni será la última, que alguien ultraje públicamente un símbolo nacional. La novedad es que haya condena: dos años de prisión para Rómulo. Los pasará en su casa. 4. Las reacciones son previsibles. El Gobierno quiere cinco años de cárcel. La oposición dice revancha, violaciones al debido proceso, persecución política. 5. Algunas lecturas son pintorescas. Evo habla de “sentencia perfume” (sic), operada por derechistas. Carlos Diego, que confunde logotipo con escudo, mira “retaliación contra Santa Cruz”. 6. Desde Chonchocoro, Luis Fernando escribe a su amigo Rómulo: “muy pronto nos volveremos a encontrar en libertad”. Un calvo saca otro calvo. 7. Ahí cerquita, una manta proclama sin concesiones: “la wiphala se respeta, carajo”.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.