Cumbre UE-Celac
China, desde 2013 viene implementando su gran proyecto geopolítico: la Nueva Ruta de la Seda, que implica la inversión en una larga lista de proyectos de infraestructuras en países estratégicos. Claramente el objetivo es crear una red que pueda fortalecer el desarrollo económico de sus empresas, al mismo tiempo que le permita ganar peso en la geopolítica mundial.
Con unos años de retraso, la Unión Europea (UE) responde con una idea similar: un fondo de $us 300.000 millones, llamado Global Gateway, para impulsar diversos proyectos en infraestructura digital, climática, energética y de transporte, principalmente en países del sur. Pero, ¿podrá la UE competir con los miles de millones de China? ¿Sus condiciones serán diferentes que las del imperio asiático? ¿Puede equilibrar de alguna manera la ambición China en su expansionismo global? En apariencia, las intenciones de la UE con su proyecto Global Gateway no difieren mucho del horizonte del imperio asiático.
Sin embargo, algunos analistas consideran que la ambición europea es desproporcionada frente a su capacidad real de inversión. Según Idafe Martín Pérez, corresponsal en Bruselas del diario argentino Clarín, el dinero europeo en forma de transferencias serán apenas 18.000 millones (el 6% del total). Otros 135.000 millones serán garantías para préstamos del Banco Europeo de Inversiones. Los 147.000 millones restantes se espera que vengan de inversiones del sector privado. Visiblemente se trata de un rudo viraje en la mirada al desarrollo por parte de la UE, y sus aportes en defensa de derechos humanos, gobernabilidad y desarrollo sustentable se verán gravemente disminuidos.
Con ese contexto, el próximo julio se desarrollará en Bruselas la tercera Cumbre de Jefas y Jefes de Estado UE-Celac. Se trata de la reunión de las y los líderes europeos, latinoamericanos y caribeños (ALC) tras casi una década de ausencia de diálogo birregional al más alto nivel político.
Para la UE, Latinoamérica es de gran importancia en áreas cruciales como la biodiversidad, las energías renovables, la producción agrícola y las materias primas estratégicas. Este interés se ha visto incrementado después de la guerra de Ucrania, puesto que la UE busca diversificar sus cadenas de suministro para abordar la transición energética y la subida de precios en sus países. Además, se espera que en la próxima reunión se adopte una agenda de inversión específica de su proyecto Global Gateway para ALC.
Para nuestra región, no parece ser un buen momento para hablar solo de negocios. Vivimos tiempos de reducción del espacio cívico, con un incremento de ataques contra defensores de derechos humanos. Además, la brecha entre la pobreza y la riqueza extrema ha aumentado en las últimas décadas, generando desigualdades multidimensionales. A esto se suma el incremento de los índices de inflación en alimentos que impacta a los más vulnerables.
Así, más que solo hablar de buenos negocios, la agenda UE-Celac debe priorizar mecanismos y políticas que brinden protección social a millones de personas y promover la sostenibilidad social, ambiental y económica a través de inversiones privadas responsables.
Sin embargo, no son tiempos prometedores. Los acuerdos que promociona la UE tienden a perpetuar la dependencia de sectores extractivos y tienen un alto impacto en los territorios y el medio ambiente. Además, ignoran las asimetrías de poder económico y limitan las políticas nacionales de desarrollo. Aunque se incluyen cláusulas de derechos humanos y sostenibilidad en los acuerdos, carecen de mecanismos vinculantes y no tienen un impacto significativo. Sin embargo, con optimismo, esperemos que, en esta próxima Cumbre, la UE recupere el espíritu humanista y la agenda de derechos que es parte importante de su historia.
Lourdes Montero es cientista social.