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Farit Rojas

El 11 de julio de 1789, el Marqués de La Fayette presentó a la Asamblea Nacional francesa un proyecto de «declaración de derechos naturales del hombre” que lo había redactado con la ayuda de Thomas Jefferson. Este dato histórico es sumamente interesante, la presencia de un noble militar —el Marqués de La Fayette— en la propuesta más lograda de la revolución —una declaración de derechos— y la presencia de uno de los padres fundadores de Estado Unidos —Thomas Jefferson—.

Presionado por el Marqués de La Fayette, el rey francés Luis XVI aprobó el texto el 5 de octubre de 1789, que pasó a conocerse como La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Aquí otro dato interesante, tenemos un rey aprobando una declaración que le resta sus privilegios, pero que precisa de su investidura de rey para su validez. Luis XVI negociará más adelante que la Constitución de 1791 le reconozca un fuero —como persona inviolable y sagrada—, sin embargo, la Constitución será derecho positivo —escrito, humano y limitado—, y los delitos por los que se acusará al rey serán derecho natural —no escrito, natural e ilimitado—.

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La Declaración de 1789 no incluyó el derecho a la vida, es más, los derechos más importantes durante los siglos XVIII y XIX serán la libertad y la propiedad privada, que combinados permitían el ejercicio de los derechos políticos. Sin embargo, La Declaración de 1789 tomará de la independencia norteamericana la vocación de universalidad al señalar como sus destinatarios a todos los hombres. Olympe de Gouges se preguntará si la declaración incluye a las mujeres y la respuesta será no. Aquí «hombres» no es inclusivo y se refiere solo a los varones. Entonces, ella propondrá una Declaración de Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. Por esta atrevida propuesta, Olympe será atacada, procesada y luego guillotinada, demostrando que incluso las nociones de esa universalidad no eran del todo universales.

Los revolucionarios de Haití también comprobarán que esa universalidad no los incluía, pues durante mucho tiempo se negó la libertad a los negros, pues llevar La Declaración de 1789 a la práctica en las colonias, amenazaría con desarmar todo el marco institucional de la economía esclavista sobre la que se basaba una parte tan importante de la burguesía francesa que hizo la revolución. Una explicación detallada de estas contradicciones entre la Europa revolucionaria y libertaria y la Europa colonial y esclavista, la encontramos en el hermoso libro de Susan Buck-Morss titulado Hegel y Haití.

Este año La Declaración de 1789 cumple 234 años, un tiempo suficiente para analizar lo situadas de estas declaraciones, la complejidad para llevarlas a la práctica mucho más cuando interfieren con los intereses políticos, territoriales y económicos de los que las promocionan.

(*) Farit Rojas es abogado y filósofo