Los independientes
Una simpática nota de prensa del diario verde informa algo así: activistas independientes proponen que los juristas independientes participen en una comisión independiente que elija postulantes independientes para las elecciones judiciales. Demás está decir que el diario se autodefine también como independiente y todos sus analistas de cabecera, sin excepción, son probadamente independientes, por más que tengan divisa. Y así, por los siglos de los siglos…
Por supuesto que se trata de una exageración. La independencia, por mucho que se alardee y exprima, no alcanza para tanto. Lo más crítico no es el exceso, sino su empleo instrumental y excluyente. Instrumental porque (mal) sirve para intentar encubrir posicionamientos marcadamente situados en el campo de la oposición. Y excluyente porque permite, a los autonombrados independientes, esos buenazos, descalificar a los otros, esos afines/ funcionales al poder.
Veamos a los juristas que promueven hoy una saludable iniciativa de reforma judicial. Son independientes, ciertamente, del oficialismo y sus ramificaciones. Pero casi todos ellos provienen y/o habitan en la vereda opositora. Y es respetable. Lo feo es no decirlo. Algo similar pasa con los analistas “independientes”: exembajador a secas, dice el diario naranja de un diplomático en fuga reciclado en el régimen de Áñez. O expertos, llaman a individuos con prontuario político.
¿Y los medios/periodistas independientes? Con la capilla hemos topado, Sancho. Hace algunos años, cerré la crítica a un librito de intervención política y su evidencia remota con una expresión grosera: “medios independientes mis pelotas”. La retiro, por supuesto. Hoy diría algo más elegante: medios/ periodistas independientes, esa gran falacia. Se ha demostrado sobradamente que el establecimiento-construcción de la agenda mediática es todo menos independiente.
¿Y qué decir de las asociaciones del gremio? Hace unos días, en su encuentro con los visitantes de la CIDH, un grupo de periodistas puso en evidencia que las dirigencias de estas asociaciones, en clave de operadores políticos: a) usan a las instituciones para favorecer su posición ideológica, b) aplican discriminación entre sus afiliados y c) ocultan información sobre ataques a periodistas y medios que no son de su agrado. Igual juran que son independientes, faltaba más.
Hay mejores fórmulas, que la falaz independencia, para describir el periodismo de trinchera. Medios críticos del poder, por ejemplo. Periodistas que interpelan. “Naturaliter de derecha”, como decía Bobbio. O de izquierda. Todo ello necesario y valioso en democracia. Pero no nos vendamos simulacros.
FadoCracia polarizada
1. ¿De qué hablamos cuando hablamos de polarización? Hay algunas intuiciones. 2. Sabemos que la polarización llegó para quedarse. No recién en 2019. No solo a Bolivia. 3. Asumimos que la polarización opera con ruido en el campo político-mediático. Pero circula también en los patios interiores de la sociedad. Y provoca miedos, silencios, esquinas rotas. 4. Es una polarización discursiva, con relatos irreconciliables que degradan la conversación pública. Claro que se nutre de tensiones irresueltas de la historia larga (racismo, desigualdad, patriarcado, dominación, regionalismo). Y las alimenta. 5. ¿La polarización es redituable? En principio sí, en especial agitada en las tribunas propias. Pero abruma y agota al resto del personal. 6. Según la primera encuesta nacional de polarización (proyecto Unámonos), lo que nos polariza nos confina, nos aísla, nos atemoriza, nos radicaliza, nos invisibiliza. Pero no todos estamos polarizados ni de la misma manera. Hay esperanza. 7. Cierto que no nos vamos a “despolarizar”. Ni habrá (re)conciliación sin verdad, reparación, justicia. Pero al menos, si queremos, podemos vivir juntos.
José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.