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Revocatorio ‘interruptus’

SAUDADE

La revocatoria de mandato es el mejor/ peor ejemplo de un avanzado derecho político reconocido en la Constitución, cuyo ejercicio se inviabiliza en la legislación posterior. El principio es inequívoco: todos los gobernantes y representantes electos pueden ser revocados en las urnas. No es necesario acreditar causales. El problema es que los requisitos son (casi) inalcanzables. Tanto, que en una década no se ha podido revocar el mandato de ninguna autoridad en el país.

¿Por qué es tan difícil ejercer este derecho? No es por falta de voluntad o de malos gobiernos. Ni de ganas. Desde la vigencia del nuevo texto constitucional, tuvimos dos periodos de revocatoria (2013 y 2018). Se presentaron 369 iniciativas, nada menos, la mayoría en el ámbito local. 368 quedaron en el camino, en especial por el incumplimiento del muy elevado porcentaje de firmas. Solo prosperó un caso, en Bolpebra, pero no hubo revocatoria por falta de votantes.

Antes de la Constitución de 2009, que reconoce la revocatoria como mecanismo de la democracia directa y participativa, hubo un referéndum ratificatorio. Se convocó por ley en mayo de 2008, en medio de la disputa en torno al proceso constituyente, para definir la continuidad o no en el cargo del binomio presidencial y de ocho prefectos. Fue un error político de la oposición. Evo-Álvaro fueron ratificados con el 67% de votos. Y cayeron dos prefectos opositores.

Así las cosas, estamos ante un nuevo error político, esta vez a cuenta de la oposición cívica por “mandato” de sus cabildos. ¿En serio piensan activar en mayo próximo una iniciativa para revocar el mandato del presidente Arce? Si acaso lograran conseguir en 90 días el millón 800 mil firmas requeridas, distribuidas en los nueve departamentos, ¿creen que podrán superar el 55,11 % de votos válidos? Más que amenaza, parece una ilusión perezosa que terminará archivada.

Es evidente que el ultimátum para una ley de amnistía en 30 días (con igual tufo que “Censo el 2023 sí o sí”) no solo es maximalista, sino inviable. Lo sabe la dirigencia cívica, que en mayo tendrá que recular en su amenaza revocatoria o embarcarse en una aventura fallida que, más bien, puede movilizar y fortalecer al oficialismo. El resultado, otra vez, abonará rabia y decepción, además de seguir devaluando el mecanismo del cabildo (más instrumental que deliberativo).

La buena noticia es que las principales exigencias/acciones de la oposición (revocatoria de mandato, referéndum para la reforma judicial, proyecto electoral único en 2025) se producen con apego al cauce democrático e institucional. Es probable que sean procesos interruptus, pero algo es algo.

FadoCracia mensual

1. En una simpática alocución demostrativa, un periodista estadounidense asegura que febrero es el peor mes, aunque le reconoce la cualidad de ser honesto. 2. Puede ser, en el hemisferio norte, donde los días de febrero son fríos y opacos. “Si sobrevives febrero —concluye— podrás vivir otro año”. 3. En nuestra comarca, en cambio, febrero es un mes intenso, algo caliente, licencioso (casi siempre, cuando no hay inundaciones o matanzas). 4. Pero no estamos hablando de los efectos del clima/eventos, sino del carácter. Hay diferencias. 5. El poeta T.S. Eliot, por ejemplo, asegura que “abril es el mes más cruel”. Eso depende. Abril es también un mes de claveles, esperas y revoluciones.

Como octubre. 6. Y están las aguas de marzo (“cerrando el verano / la promesa de vida en tu corazón”). 7. Desde hace algún tiempo, mi mes preferido, de ocurrencia- temporalidad variable, es el que llega con insomnio, Maga, repliegue y dos copas de saudade. Egoísta, cierto, vaciado de comuna, aunque liberador. Pero ahora estoy triste y solo quiero aprovechar el día. Lo demás, ya se sabe, es silencio.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.