Pregunta sobre la adicción
A pesar de que las muertes por sobredosis vayan en aumento, hay algunas buenas noticias importantes relativas al abuso de los opioides. Las tasas de consumo no médico entre los estudiantes preuniversitarios han disminuido en cerca del 83% desde 2002, cuando el 14% declaraba haber intentado alguna vez drogarse con analgésicos recetados. En 2021, ese porcentaje se había reducido al 2%. El consumo de heroína también presenta un acusado descenso: en 2021, solo el 0,4% de los estudiantes preuniversitarios declaraba haberla probado.
Esto es especialmente una buena noticia porque el consumo entre los adolescentes es un excelente predictor del rumbo de una epidemia de drogas: la inmensa mayoría de las adicciones comienzan en los últimos años de la adolescencia o en los primeros de la edad adulta. Dado que los opioides más mortíferos, como el fentanilo, se suelen vender bajo la capa de la heroína o los analgésicos con receta, esto es un buen augurio para la reducción de las muertes por sobredosis.
Sin embargo, para traducir este cambio positivo en una reducción de las adicciones duradera, es importante saber cómo varían las pautas del consumo de droga a lo largo del tiempo, en vez de contemplarlas como crisis aisladas asociadas a sustancias concretas.
Hoy, cuando el consumo de opioides entre los jóvenes va en descenso, puede que Estados Unidos se encuentre en otro punto de inflexión. “Con demasiada frecuencia, las epidemias de consumo de drogas siguen la curva clásica”, dijo Samuel K. Roberts, profesor adjunto de historia y ciencias sociomédicas en la Universidad de Columbia, que definió como aquellas que comienzan lentamente, alcanzan un pico y después decaen.
Una de las razones que explican este patrón puede ser la creciente visibilidad de los daños asociados a su consumo, en los medios y —quizá más importante— entre los familiares y amigos. “Lo que provoca su disminución es normalmente una serie de cosas, pero una de ellas suele ser el surgimiento de una percepción negativa de una droga concreta”.
“Sobre todo la gente joven está muy preocupada”, dijo Jeremy Sharp, quien moviliza a los jóvenes para que luchen por unos enfoques más compasivos en relación con las drogas. “Creo que muchos han sido testigos de lo que le ha ocurrido a gente de mi edad, o más joven, y que eso les quita mucho las ganas”. Sharp, quien tiene 35 años, dijo que había perdido a siete amigos por sobredosis en los dos últimos años.
Al igual que los jóvenes de la época del crack, esto no significa que los de hoy no estén tomando otras drogas. Existe un fenómeno conocido como “olvido generacional”, que identificó por primera vez Lloyd Johnston. Consiste en que los jóvenes suelen evitar la droga que en ese momento sea la más temida; sin embargo, como tienen escasa experiencia con las que habían sido populares antes, son menos conscientes de sus peligros potenciales.
Esto da lugar a un ciclo ampliamente definido en el que, más o menos cada 10 o 15 años, se produce una epidemia de una droga distinta. La heroína, por ejemplo, fue el demonio de las drogas en la década de 1970; el crack, en la de 1980; la heroína, otra vez en la de 1990; la metanfetamina, en la de 2000; los opioides con receta, en la de 2010; y ahora, el fentanilo y otros opioides que se están vendiendo como heroína. Al considerar y atender cada crisis como si fuesen causadas por una sustancia concreta —sin comprender por qué persiste la adicción— perdemos la oportunidad de dirigir las políticas a reducir los daños asociados.
Las personas consumen drogas por un motivo. Normalmente, las que se vuelven adictas están lidiando con la desesperanza, el trauma o la enfermedad mental, y muchas veces con las tres cosas. Este dolor económico y social es el elemento común de todas las crisis de consumo de drogas. Mientras los legisladores no prioricen la mitigación del estrés que provoca que personas y comunidades concretas, enfrentándose a las pérdidas económicas y al trauma, sean especialmente vulnerables a la adicción, este ciclo vicioso no hará sino continuar.
Maia Szalavitz es columnista de The New York Times.