El valor social de la estabilidad
La estabilidad es un momento que tiene como base la seguridad y ésta genera tranquilidad en la vida diaria, esto significa que uno al levantarse cada mañana se encuentra seguro a nivel personal y económico. En lo familiar, en el hogar se tiene una estabilidad emocional y afectiva; en lo económico, sabe que con la actividad que realiza generará los recursos suficientes para sostener el hogar y proveer lo necesario a los que la componen.
En la sociedad, la estabilidad está dada por el desenvolvimiento de cuatro indicadores macroeconómicos: la inflación, el desempleo, el tipo de cambio y la balanza comercial, los cuales son observados para determinar si la economía anda bien o mal.
La baja inflación en Bolivia está siendo menospreciada en sus efectos y manipulada en su interpretación, con el objeto de descalificar el valor social que ésta tiene. Algunos analistas parecieran desconocer el concepto y la vivencia de este indicador.
Bolivia en los años 80 vivió una hiperinflación, época de completa incertidumbre en los precios y de inestabilidad social. Cada día las familias despertaban con la noticia que los precios subían, no había artículo que mantuviera su precio dos días, el dinero que uno tenía se desvalorizaba rápidamente, los compradores para adquirir algún bien tenían que llevar grandes cantidades de dinero; por el otro lado, los vendedores especulaban con los productos, los ocultaban o los guardaban para venderlos al día siguiente a un precio más alto, en especial los artículos de primera necesidad. No había harina para hacer pan, no había carne, arroz, aceite en los mercados. Para comprar pan, uno tenía que dormir en las puertas de los hornos, y era vendido bajo una tarjeta que contaba el número de componentes por familia.
Las personas que tenían un sueldo fijo, como los profesores, médicos y otros, salían a las calles en protestas reclamando un aumento de sueldos; los que ganaban al día, no sabían cuánto iban a cobrar y los que requerían el servicio, cuánto pagar. Había mucha gente desempleada, y los que trabajaban tenían una remuneración que al momento de cobrar no valía nada.
Había inmensas filas para comprar 5 litros de kerosene, combustible que la mayoría de la población usaba para cocinar los alimentos, el gas licuado era un artículo que muy pocas personas usaban. Un tiempo en el cual era muy difícil llevar el alimento a la casa en esas condiciones y eso se lo debía hacer todos los días.
Indicar que una “inflación baja es un defecto”, es desconocer un pasado inmediato que todavía está en el recuerdo fresco de los bolivianos. Dejar al precio como único asignador de los recursos es pasar toda una carga a la espalda de la población, es querer volver a tener filas para comprar pan, azúcar, aceite. Levantar la subvención a los hidrocarburos es dejar a la población a su suerte, olvidándose el efecto multiplicador que ésta tiene en el transporte.
Si una baja inflación no es una virtud, como el señor Saravia menciona, por qué las economías de la región y del mundo están tomando medidas para controlarla, Estados Unidos y Europa elevan las tasas de interés para recoger el dinero que se encuentra en sus economías. Las subvenciones no son un despilfarro y están siendo implementadas en otros países como Ecuador y recomendadas por los organismos internacionales, ya que dan estabilidad y generan una tranquilidad y seguridad todos los días. Además, debemos recordarle a este analista que la inflación es un impuesto injusto que pagan los pobres.
Jesús j. Luque es licenciado en Economía.