La IA no está OK
La primera vez que entrevisté a Eric Schmidt, hace una docena de años cuando era el director ejecutivo de Google, le hice una simple pregunta sobre la tecnología que se ha vuelto capaz de espiar y monetizar todos nuestros movimientos, opiniones, relaciones y gustos. “¿Amiga o enemiga?”, le pregunté. “Nosotros afirmamos ser amistosos”, respondió Schmidt con frialdad. Ahora que el exejecutivo de Google está a punto de lanzar un libro sobre La era de la IA, quise hacerle la misma pregunta sobre la inteligencia artificial (IA): “¿Amiga o enemiga?”. “La IA es imprecisa, lo que significa que puede ser poco confiable como socia”, dijo cuando nos encontramos en su oficina de Manhattan. “Es dinámica en el sentido de que está cambiando todo el tiempo. Es emergente y hace cosas inesperadas. Y, lo más importante, es capaz de aprender”.
Estoy de acuerdo con Elon Musk en que cuando construimos una IA sin un botón de apagado de emergencia, estamos “invocando al demonio” y los humanos podrían terminar, como dijo Steve Wozniak, como las mascotas de la familia. Sobre las alarmas generadas por figuras como Musk y Stephen Hawking, Schmidt dice que “ellos creen que, al liberar la IA, con el tiempo, terminaremos con un jefe supremo robot que será 10, 100 o 1.000 veces más inteligente que los humanos. Mi respuesta es diferente. Creo que toda la evidencia señala que estos sistemas de inteligencia artificial van a pensar, aunque no como los humanos. Pero van a ser muy inteligentes. Vamos a tener que coexistir”.
¿No crees que Siri y Alexa terminen matándonos una noche de estas? “No”, dijo. “Pero podrían terminar convirtiéndose en los mejores amigos de tu hijo”.
Las opiniones sobre la IA son divergentes. Desde hace tiempo, sabemos que Silicon Valley nos está llevando a la perdición. Acusaciones absurdas que solían no ganar tracción —desde redes demócratas de pedofilia, pasando por elecciones amañadas y teorías de conspiración sobre las vacunas—; ahora, se propagan a la velocidad de la luz. El brillante y engañoso mundo de Instagram, propiedad de la manipuladora y codiciosa compañía anteriormente conocida como Facebook, puede potenciar la depresión en las adolescentes.
La interrogante de si perderemos el control a manos de la IA pudiera ser cosa del pasado. La tecnología ya nos está manipulando. Schmidt dijo que la Comisión de Seguridad Nacional sobre la Inteligencia Artificial, la cual presidió este año, concluyó que Estados Unidos todavía está “un poco por delante de China” en la carrera tecnológica, pero que China está “invirtiendo en exceso contra nosotros”. Los autores escriben que lo que más les preocupa son otros países que desarrollan armas habilitadas con IA con “sustancial potencial destructivo” que “puedan adaptarse y aprender mucho más allá de sus objetivos previstos”.
¿Y qué pasa con ese tétrico metaverso que Mark Zuckerberg está tratando de vendernos?
“Todas las personas que hablan de metaversos, hablan de mundos más satisfactorios que el mundo actual: eres más rico, más guapo, más hermoso, más poderoso, más rápido. Entonces, en algunos años, la gente optará por pasar más tiempo con sus gafas, en el metaverso. Y, ¿quién establece las reglas? El mundo se volverá más digital que físico. Y ese no es necesariamente el mejor escenario para la sociedad humana”.
Schmidt dijo que su libro plantea preguntas que aún no pueden responderse. Desafortunadamente, no sabremos las respuestas hasta que sea demasiado tarde.
Maureen Dowd es columnista de The New York Times.