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Thursday 25 Apr 2024 | Actualizado a 17:25 PM

Miedo al diferente

Los datos evidencian la dureza de las condiciones a las que son sometidas las personas TLGB.

/ 29 de enero de 2019 / 03:55

Un estudio sobre las condiciones de vida que afrontan las personas con identidades sexuales diversas, colectivo humano conocido como LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales) arroja un preocupante dato: casi cuatro de cada diez han sufrido violencia física solo por su orientación de género y sexual; y hay varias otras formas de violencia que les afectan.

El estudio, titulado Diagnóstico de la situación de las poblaciones TLGB con énfasis en mujeres lesbianas, bisexuales, transgénero y transexuales femeninas en Bolivia, revela que “el 37% de las personas encuestadas ha sido víctima de violencia física y el 39% ha sufrido violencia psicológica en espacios públicos.

La investigación, realizada el segundo semestre de 2018, aplicando de manera combinada una encuesta a personas de la población estudiada de entre 18 y 36 años, entrevistas e historias de vida, ha servido para identificar que la mayor proporción de agresores está entre los varones heterosexuales. Asimismo, se identifica que policías, militares y fundamentalistas religiosos son quienes más ejercen la violencia y la discriminación.

También se evidencia que la violencia y las diferentes formas de discriminación no solo se ejercen en ámbitos públicos, sino también en el hogar, donde los propios familiares intentan transformar las inclinaciones de las personas TLGB, a menudo valiéndose de la violencia física y la psicológica, a través de severas amenazas.

El estudio además revela que en centros de salud la violencia contra las personas de este colectivo es moneda común, y la encuesta evidencia que quienes más discriminan son las enfermeras; el 27% de la muestra afirma haber recibido malos tratos, tanto verbales como actitudinales en centros de salud y el 42% asegura que la atención no fue ni de calidad ni con calidez.

Asimismo, esta población suele ser víctima de discriminación y exclusión en el ámbito educativo, donde la mayoría, con suerte, apenas llega al bachillerato, lo cual limita las posibilidades de crecimiento personal a lo largo de la vida. Una de cada cuatro personas reconoce haber sufrido discriminación en la secundaria, misma proporción que en institutos de formación técnica; también se sabe que estos fenómenos son más frecuentes en ciudades intermedias y pequeñas que en las capitales.

Estos son apenas algunos datos que evidencian la dureza de las condiciones a las que son sometidas las personas TLGB en todos los ámbitos de la vida, lo cual nos recuerda que tras varios años de promulgadas la Ley 045 y otras, que protegen los derechos fundamentales de todas las personas, hay quienes todavía están lejos de beneficiarse de tales protecciones. Desde el punto de vista de la sociedad, será bueno entender que las manifestaciones de homofobia y transfobia no son más que el rostro de la heterofobia, es decir, el miedo a quien es diferente.

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Antígona, cenizas como sueños

‘Antígonas’ es la obra más atrevida/desafiante de los últimos años en la escena teatral boliviana

Ricardo Bajo

/ 12 de julio de 2023 / 08:41

No hay una sola, hay muchas Antígonas. La primera fue hija de Edipo y Yocasta; hermana de Ismene, Eteocles y Polinices. Aquella Antígona desafía a los hombres y entierra a su hermano Polinices, el traidor. El rey de Tebas la condena a ser encerrada viva en una tumba. Ella desobedece, no se resigna, se ahorca. El mito nos persigue desde el siglo V antes de Cristo; pero Antígonas hay muchas.

Es noche fría de San Juan y estamos frente a otras Antígonas. “A veces pienso que yo no debería morir sino comer tierra”, dice la hermana/madre. Morirá igual y será ataúd, será tierra, será locura.

Antígonas es la obra más atrevida/desafiante de los últimos años en la escena teatral boliviana. Asume riesgos y los gambetea con solvencia. Es una puesta en escena colectiva, fruto del trabajo y talento de cinco mujeres. Dirige Katherine Bustillos Vila (de Mímesis Teatro) y actúa Samadi Valcarcel (de Teatro Feroz). Antígonas es un grito que se come —con papa frita— el lado más patriarcal/colonial que todos llevamos dentro. Entramos a oscuras a la sala de El Bunker y salimos iluminados.

Lea también: ¿Por qué cantan (solo) las mujeres?

Una mesa/banquete nos espera adentro. Nos van a hablar de muerte y comida. Y de familia. Ya se sabe, sin mesa no hay familia. El padre morirá de cáncer de estómago, la mujer será asesinada y colgada (sobre la mesa). El padre, antes, se sacará los ojos. Antígona (una Samadi Valcarcel excepcional en un monólogo brutal/descarnado de 35 minutos) cree que su estómago la va a devorar. Comer. Tragar. Triturar. Una muela que no tritura es inservible. La comida es peligrosa, enseña a triturar.

Antígonas tiene 10 escenas. Cada una de las cinco directoras se ha hecho cargo de dos. Ninguna sabe lo que está haciendo la otra (o casi). Ellas son Francia Oblitas, Elena Filomeno, Gabriela Paz, Gladys Cruz y Sasha Salaverry. Vienen de la dramaturgia, el performance y las artes visuales/sonoras. Podía haber sido un “ch’enko total” pero no lo es. Podía haberse quedado en un experimento teatral pero va más allá; es un ensamble preci(o)so.

Cada una ha sentido la libertad para crear, sin miedos/tapujos. El resultado es una obra de teatro cuestionadora/rupturista. Un objeto repujado que no se parece a nada; quizás a una escena de película de Fellini con una cabeza emergiendo desde el centro de una gran mesa; acaso a una pintura negra, a un cuadro de Boccaccio. Esta reseña se podría llamar El triunfo de la muerte, como la obra de Pieter Brueghel, el Viejo.

La Antígona que tenemos delante escucha un ruido ensordecedor. Solo lo escucha ella. ¿El reproche, la culpa, la condena? Antígonas es un grito contra la explotación de las mujeres; las que cuidan/miman, las que cocinan y ponen la mesa, las que lavan los platos, las que lo limpian todo “para sanar”, las que entierran cuando está prohibido enterrar (como en el COVID).

La obra arma imágenes poderosas: el polvo que todo lo impregna; las torturas psicodélicas con música industrial; la mujer cargando el mundo sobre su espalda. Tiene un cuidadoso trabajo sonoro que crea atmósferas inquietantes. Tiene (por fin) un laburo audiovisual que se proyecta (y suma) sobre la maldita mesa con escenas de “muerte negra”.

La Antígona que está delante de nosotros (puro metateatro) es una joven actriz. Labura en oficina de día y actúa por la noche. Es la misma Samadi, que se desdobla, que de repente es ella misma. Una actriz que sabe que a nadie le interesa el teatro en Bolivia, ni siquiera a su propia familia. Lo único que sirve es comer. La comida es la familia que nunca tuvimos. Esta Antígona que habla y perturba asegura que cocina con odio. La buena comida se cocina en el fuego lento del rencor y la inquina.

No hay esperanza ni redención en Antígonas. Cuando la obra termina (con tímidos/perplejos aplausos), las cinco directoras y la actriz (verdaderas Antígonas reivindicando el teatro de mujeres) debaten con el público. Han parido sus lenguajes/estéticas, sus ritmos/narrativas, sus pesadillas y sueños, sus saberes y disciplinas. Una chica pregunta: ¿la liberación para Antígona es la muerte? Nadie responde, la obra (nihilista/punkie, melancólica, puro Beckett) habla por ella misma.

Ha sonado un bolero de caballería y todos sabíamos que se venía un final fatídico. Amiga, esto no deja de ser una tragedia griega/boliviana. Nuestra Antígona procede a enterrarse; abdica de sí misma. No verá su futuro, será lo que siempre ha querido ser: una Antígona más. Los platos sucios no los va recoger nadie. Las cenizas, como los sueños, cenizas son.

Post-scriptum: la obra —proyecto seleccionado en la I Convocatoria de Fomento a la Productividad Cultural y Creación Artística del Centro de la Revolución Cultural— volverá a La Paz a finales de este mes.

(*) Ricardo Bajo es un pinche periodista

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El trabajo: ¿un factor más de producción?

La nueva narrativa del otro desarrollo plantea una revalorización del trabajo de la mujer, la reducción de la jornada laboral

Gabriel Loza

/ 12 de julio de 2023 / 08:40

En mi nuevo libro: Más allá del PIB: el otro desarrollo, postulo la búsqueda del “otro desarrollo”, centrado en el bienestar pluridimensional que equilibre el crecimiento económico inclusivo con el medio ambiente y con la realización en el trabajo.

Para los pensadores clásicos, Smith, Ricardo y Marx, el trabajo era el determinante principal de la creación del valor del producto y de la riqueza de una nación. Con John Stuart Mill se posicionó como un “requisito de la producción”, junto al capital y la naturaleza. Encontró que el costo del trabajo estaba en función de la eficiencia del trabajo, el salario y el costo de los bienes necesarios para su alimentación. Sin embargo, en el ideal del estado estacionario esperaba «un cuerpo de trabajadores bien remunerados y ricos… dado que el adelanto industrial producirá su legítimo efecto: el de abreviar el trabajo humano”. Marx le rebatió, señalando que ese no era el objetivo de la tecnología, sino la de generar una mayor plusvalía.

Lea también: La tierra y la economía

Para los neoclásicos, el trabajo siguió siendo un factor más de producción y su remuneración en función de su productividad marginal; en cambio, para Keynes, el estado ideal en el futuro sería aquel donde la jornada de trabajo baje a 15 horas semanales y sea de tres días laborables.

Los modelos de crecimiento, con Robert Solow (1956), dieron más importancia a la acumulación del capital y la tecnología, mientras que para los modelos endógenos, con Paul Romer (1989), se sustituye el factor trabajo por el capital humano relacionado con el sector de investigación y desarrollo (I+D). Así, la tasa de desempleo no sería un problema central y el elevado crecimiento podría seguir indefinidamente si se junta cada vez más gente muy calificada y que “a medida que surgen los límites, los superamos con más I+D”.

El problema de que el cambio tecnológico tiende a sustituir y desplazar el trabajo no es reciente y se remonta a la primera revolución industrial, cuando los obreros querían destruir los telares (los ludditas) y siguió con la segunda revolución industrial, con la tecnología mecánica. Marx relievó el desarrollo de las fuerzas productivas, pero también la tendencia al empobrecimiento de los trabajadores dada la función del ejército de desempleados para mantener bajos salarios y que, solamente en la sociedad socialista, se daría el máximo desarrollo de las fuerzas productivas sin entrar en contradicción con las relaciones sociales de producción.

Según Handel (2022), con la tercera revolución en los años 50 y 60 se argumentó, igualmente, que las computadoras y la automatización industrial podrían conducir a pérdidas masivas de empleos, situación que no ocurrió dadas las altas tasas de crecimiento y bajas tasas de desempleo. Pero la preocupación resurgió debido a que la nueva tecnología favorecía cada vez más a los trabajadores más educados, el llamado cambio tecnológico sesgado por las habilidades, puesto que reducía la demanda de trabajadores menos calificados. Posteriormente, la atención se centró en la posibilidad de que la disminución de la demanda de mano de obra iba a afectar más a los empleos de calificación media que a los trabajos de baja calificación, porque sus tareas eran más codificables, rutinarias y programables.

Los recientes avances a partir de 2005 en robótica e inteligencia artificial (IA) han planteado la posibilidad de un desplazamiento generalizado de puestos de trabajo en un futuro próximo, estimándose que un 47% de los empleos de los EEUU estarían amenazados por el riesgo de automatización entre 2010 y 2030.

En contraste, la nueva narrativa del otro desarrollo plantea una revalorización del trabajo de la mujer, la reducción de la jornada laboral y una mejora del ambiente laboral. Para el “joven Marx”, el trabajo era la realización de las facultades físicas y mentales, no un medio para sobrevivir sino un fin de la actividad humana. La tendencia actual no solo es a “la gran renuncia” sino a la “renuncia silenciosa”, puesto que los jóvenes buscan cada vez más flexibilidad rechazando el trabajar solo para sobrevivir.

Así, el otro desarrollo no solo postula una sociedad en armonía con la naturaleza, sino con una plena realización en el trabajo.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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Déjalos nadar

Paul Hockenos

/ 12 de julio de 2023 / 08:25

La fascinante escena a lo largo de las orillas del verde lima del río Isar de Múnich en una tarde de verano reciente me hizo temblar de envidia a mí, un forastero. Grupos de estudiantes, oficinistas fuera de servicio, familias y bañistas desnudos estaban tendidos sobre mantas con cerveza embotellada y comidas ligeras.

En 2000, antes de que la crisis climática se acelerara, convirtiendo los veranos en arduos momentos marcados por una serie de récords de calor, la ciudad de Múnich emprendió una restauración radical del Isar. El esfuerzo de 11 años y $us 38 millones involucró la purificación de las aguas del Isar, la expansión de sus llanuras aluviales y la modificación de sus orillas para acomodar el deshielo torrencial de primavera.

La restauración estaba destinada a beneficiar a los vecindarios propensos a inundaciones, así como a la flora y fauna del río. Pero hoy el río es también un espacio público de fácil acceso que ofrece un alivio esencial del calor.

Los residentes urbanos de todas partes merecen la misma oportunidad. Si las ciudades de todo el mundo invierten en la limpieza de sus vías fluviales, crearán líneas de vida cruciales para hacer que los meses más calurosos sean más soportables en entornos afectados de manera desproporcionadamente dura por el calentamiento global. Los ríos saludables son justo el tipo de «infraestructura verde» que necesitan las ciudades: ecosistemas que mejoran significativamente la calidad de la vida urbana.

Además de hacer que los humanos se sientan más frescos y felices, el ecosistema restaurado ha sido una bendición para el papamoscas de collar y otras aves y el salmón del Danubio, una especie que pone huevos en el fondo de los lechos de grava de los arroyos. La transformación del Isar ha tenido tanto éxito que los planificadores de la ciudad desde Singapur hasta Seúl han visitado para aprender de ella, según funcionarios de Munich.

En los Estados Unidos, muchos ríos urbanos están tan contaminados que nadar en ellos es ilegal. Pero se están realizando esfuerzos para limpiarlos en Nueva York, Boston, Filadelfia, Chicago y otras ciudades. En Boston, el río Charles, que una vez estuvo tan contaminado que se consideró irrecuperable, ahora se puede nadar la mayor parte del tiempo porque los extensos programas estatales redujeron las descargas de aguas residuales ilícitas y los desbordamientos de las alcantarillas.

A medida que el cambio climático empuja cada vez más a los habitantes de las ciudades a los ríos, también está agotando y ralentizando esos ríos. El verano plagado de sequías del año pasado arrugó muchas de las grandes vías fluviales de Europa —el Rin, el Danubio, el Loira y el Po, entre otras— en niveles récord. Los afluentes más pequeños desaparecieron por completo.

El círculo vicioso de la crisis climática hace que la restauración de los ríos sea aún más urgente, pero cada vez más difícil de lograr. Pero los ríos saludables y resilientes constituyen una primera línea de defensa contra el cambio climático y el impacto que el aumento de las temperaturas tendrá en todas nuestras vidas.

(*) Paul Hockenos es escritor y columnista de The New York Times

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A toda velocidad en IA

El advenimiento de la IA también ha dado lugar a una pequeña armada de temores no económicos

Steven Rattner

/ 12 de julio de 2023 / 08:14

Los trabajadores estaban furiosos. Creyendo que los nuevos telares mecánicos amenazaban sus puestos de trabajo, irrumpieron en las fábricas, se apoderaron de la maquinaria, la sacaron a la calle y la incendiaron, todo ello con un amplio apoyo público, incluso tácito por parte de las autoridades. Eso fue en 1675. Y esos trabajadores textiles ingleses no fueron ni los primeros ni los últimos en la larga procesión de preocupados por el daño potencial a los trabajos de los dispositivos de ahorro de mano de obra. Varios siglos antes, la adopción del batán provocó un gran revuelo entre los trabajadores obligados a encontrar otras ocupaciones. Hace casi exactamente 60 años, la revista Life advirtió que el advenimiento de la automatización haría que «escasearan los trabajos»; en cambio, el empleo se disparó.

Ahora, el lanzamiento de ChatGPT y otras plataformas generativas de inteligencia artificial (IA) ha desatado un tsunami de inquietudes hiperbólicas, esta vez sobre el destino de los trabajadores administrativos. ¿Se volverán superfluos los asistentes legales, o tal vez incluso una parte de los abogados? ¿IA diagnosticará algunas condiciones médicas más rápido y mejor que los médicos? ¿Mi próximo ensayo invitado será escrito por una máquina? Una prensa sin aliento ya ha comenzado a relatar las primeras pérdidas de empleo. A diferencia de la mayoría de las rondas anteriores de mejora tecnológica, el advenimiento de la IA también ha dado lugar a una pequeña armada de temores no económicos, desde la desinformación hasta la privacidad y el destino de la democracia misma. Algunos sugieren seriamente que la IA podría tener un impacto más devastador en la humanidad que una guerra nuclear.

Si bien reconozco la necesidad de medidas de protección sustantivas, dejaré esas preocupaciones válidas para otros. Cuando se trata de la economía, incluidos los puestos de trabajo, las lecciones tranquilizadoras de la historia (aunque con algunas señales de advertencia) son ineludibles. Por el momento, el problema no es que tengamos demasiada tecnología; es que tenemos muy poco.

La IA generativa, tan deslumbrante y aterradora como puede ser debido a su potencial para ser una innovación particularmente transformadora, es solo otro paso en la continuidad del progreso. ¿Se sorprendieron menos nuestros antepasados cuando presenciaron por primera vez otros inventos excepcionales, como un teléfono que transmitía la voz o una bombilla que iluminaba una habitación?

En el apogeo de la innovación comercial, entre 1920 y 1970, la productividad aumentó a una tasa anual del 2,8%. Desde entonces, excepto por un breve intervalo de aceleración entre 1995 y 2005 (la revolución informática moderna), la tasa anual de crecimiento ha promediado un modesto 1,6%. Para los pesimistas, eso refleja su opinión de que los avances tecnológicos más impactantes han quedado atrás. Para mí, eso significa avanzar a toda velocidad con la IA

Queda por ver qué constituye «a toda velocidad». Para todos aquellos que creen que la IA será revolucionaria, hay otros más escépticos de que será un cambio de juego. Mi mejor suposición es que ayudará a impulsar la productividad hacia arriba, pero no a los días felices del siglo pasado.

Un informe reciente de Goldman Sachs, uno de los más optimistas de los tecno-bulls, concluyó que la IA puede ayudar a devolver nuestra tasa de crecimiento de la productividad a los días felices de mediados del siglo XX. Yo, por mi parte, espero fervientemente que el informe Goldman sea correcto y que la IA desate una nueva era de progreso tecnológico y económico, y que tomemos las medidas adecuadas para asegurarnos de que las recompensas se compartan ampliamente.

(*) Steven Rattner es columnista de The New York Times

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Mejores datos, mejores vidas

Desde el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) apoyamos desde hace muchos años a los censos nacionales en la región

José Antonio Mejía

/ 11 de julio de 2023 / 07:53

Este 11 de julio se celebra el Día Mundial de la Población, ocasión para reflexionar sobre los desafíos demográficos y estadísticos que enfrentan nuestros países y sus implicancias en términos de desarrollo.

Este 2023, la conmemoración adquiere una especial relevancia, producto de los cambios recientes en la distribución y el comportamiento de la población mundial, los cuales impactan en distintas dimensiones de la vida humana y dan lugar a nuevos fenómenos. Destacan dos grandes hitos demográficos: Nuestro planeta alcanzó la cifra total de 8.000 millones de habitantes; y la India se convirtió en el país más poblado del planeta, superando a China.

En términos generales, la dinámica del crecimiento poblacional se puede explicar, entre otras variables, a partir factores como el aumento de la longevidad y la disminución de la mortalidad infantil, la desaceleración del crecimiento poblacional, la incidencia de los conflictos nacionales e internacionales en la dinámica demográfica, la mayor concentración de la población en áreas urbanas y el impacto del cambio climático.

El cambio demográfico responde a una variedad muy amplia de dimensiones y es heterogéneo, dependiendo del territorio observado. En algunas zonas, el cambio demográfico se asocia como un problema de cara a alcanzar mayores niveles de desarrollo, mientras que en otras es visto como parte de la solución a los problemas de desarrollo.

Bajo esta multiplicidad de dimensiones, comprender la dinámica demográfica es clave para abordar los desafíos de desarrollo. Por lo que tener datos precisos, de calidad y oportunos es un aspecto crucial para la toma de decisiones basada en evidencia.

Podemos valernos de dos disciplinas para analizar la cuestión: la demografía y la estadística. Por un lado, la demografía, que es el estudio de las poblaciones humanas a través de sus variables más relevantes: la fecundidad, la mortalidad y la migración. La demografía se encarga de analizar el comportamiento de estas variables para dar luz sobre la dinámica poblacional de un territorio en un momento dado.

Sin embargo, la demografía debe valerse de datos que le permitan extraer sus conclusiones. Y es allí donde entre en juego la estadística. A través de los insumos de ésta, los investigadores podrán cuantificar la prevalencia y distribución de los fenómenos asociados a la dinámica demográfica. Para ello, es necesario que los países cuenten con instrumentos confiables para su obtención.

Una capacidad estadística sólida es esencial para comprender y abordar los desafíos que enfrentan nuestras sociedades. La formulación de políticas basadas en evidencia es la mejor manera de tomar decisiones en beneficio de la población.

Un hito relevante en el fortalecimiento de las capacidades estadísticas de los países es la realización de los censos de población y vivienda (CPV), herramientas fundamentales para obtener datos demográficos precisos. Son la columna vertebral de toda estadística sociodemográfica de un país y logran alcanzar la universalidad del territorio estudiado. Los CPV otorgan datos esenciales para comprender la estructura de la población, identificar tendencias y planificar el desarrollo a largo plazo de un país.

En este Día Mundial de la Población es esencial reconocer la importancia de la demografía y la capacidad estadística para abordar los desafíos de manera más eficaz, desarrollar políticas adecuadas y trabajar hacia un futuro más próspero y equitativo para todas las personas.

Desde el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) apoyamos desde hace muchos años a los censos nacionales en la región, incluyendo países como Paraguay y Bolivia, entre otros. Actualmente trabajamos, en colaboración con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), CEPAL y Fonplata estamos apoyando técnica y financieramente la preparación y ejecución del CPV a través del Programa de Fortalecimiento del Sistema Estadístico, porque estamos convencidos de que contar con mejores datos es una manera de mejorar vidas.

(*) José Antonio Mejía es especialista líder en Modernización del Estado de la División de Innovación para servir al Ciudadano del BID

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