Intolerancia
La circulación de imágenes y consignas basadas en la desinformación abona grandemente a la polarización.
La semana pasada, la declaración del líder del grupo Los Kjarkas, Gonzalo Hermosa, respecto al Presidente del Estado provocó un encendido debate entre quienes coinciden en que el Mandatario “es un regalo de Dios” y quienes hallan inaceptable tal idea, poniendo en evidencia el creciente nivel de intolerancia que se expresa con un lenguaje cada vez más violento.
Da lo mismo que la hipérbole sea buena o mala, o que la gente haya confundido “regalo” con “enviado”, como le sucedió a un prelado de la Iglesia Católica cuando los periodistas le consultaron su parecer; el problema es que en los tiempos que corren, y con la comunicación mediada en parte por las redes sociales y en parte por los medios de comunicación con un claro posicionamiento político, cualquier estímulo al debate, verdadero o falso, provoca encendidas respuestas y discusiones que raramente discurren por la senda del respeto.
Cabe señalar, además, que la agrupación folklórica ya ha sido objeto de críticas varias veces durante el año, especialmente cuando se publicitó una canción suya de evidente contenido sexista. Coincide con este estado de cosas la explícita adhesión del señalado músico al ideario del Gobierno y las frecuentes actuaciones de su grupo en actos organizados por el oficialismo.
Detrás de reacciones como las producidas por la polémica declaración hay una evidente intención de un sector, o más de uno, en inflamar la discusión. No es casual que se haya instalado en el debate la confusión de palabras señalada más arriba, o que haya merecido seguimiento periodístico durante más días de los que reciben otros casos de igual o mayor importancia para la sociedad.
Sin embargo, como ya se advirtió en su momento respecto de los medios de comunicación masiva, la realidad que se representa en las redes sociales no necesariamente es igual a la que se vive en la vida cotidiana. La crispación y su consiguiente intolerancia se exhiben con más facilidad en la virtualidad de las redes sociales que en persona.
El peligro radica en que la circulación de imágenes y consignas basadas en la desinformación abona grandemente a la polarización, lo que da paso a la intolerancia de las ideas opuestas. El efecto se refuerza por el hecho de que las aplicaciones empleadas para participar en las redes sociales identifican las preferencias de cada usuario y le ofrecen mayoritariamente ideas y comentarios afines a los suyos, reforzándolos y al mismo tiempo alejándolo de ideas diferentes y, por tanto, de conocer otros puntos de vista, que al volverse más y más extraños son menos tolerados.
Está visto que no serán las agrupaciones políticas las que promuevan el sano debate plural y democrático, pues es más lo que cosechan en el corto plazo al reducir la realidad a simples estereotipos que lo que obtendrían al someter sus ideas al escrutinio racional, por lo que corresponde hacerlo a las personas y organizaciones que dicen defender la democracia.