María Esther Ballivián, secretos de su pintura
Los bocetos de la icónica pintora se verán en una exposición en la galería Altamira.
La llama creativa que guió la obra de María Esther Ballivián Iturralde (1927-1977) llenó de intensidad su vida. La pintura —con sus diferentes técnicas; óleo, acuarela y pastel, por ejemplo— fue solo una de sus inquietudes. El grabado ocupó otra parte de su genio, la televisión fue una forma diferente de manifestar su pasión por el arte y la docencia, un camino paralelo que recorrió hasta el último momento de su vida.
Ahora, la exposición Estudios en acuarela —que se inaugurará el 26 de febrero a las 19.00 en la galería Altamira (José María Zalles 834, San Miguel)— muestra una faceta más íntima de la artista, haciendo públicos bocetos que solo se habían visto anteriormente en Santa Cruz de la Sierra.
“En 2017 se cumplieron 40 años de la muerte de mi madre (1977). Para recordarla y volver a traer su nombre al discurso cultural actual organicé una exposición en conmemoración. De aquella exhibición ahora se mostrarán algunos bocetos en acuarela”, explica su hija, Marie France Perrin.
Ballivián solía hacer innumerables pruebas antes de lanzarse a pintar sus lienzos con óleo. Dejó muchísimas hechas a lápiz y carboncillo y éstas, en acuarela, —que permanecieron guardadas por décadas en una carpeta— salen a la luz para mostrar el cuidado con el que solía realizar sus pinturas, sobre todo las de su última etapa, en la que resalta el cuerpo femenino.
María Esther Ballivián nació en La Paz en 1927. El arte fue un camino que sus antepasados habían recorrido, también, con entusiasmo. Su bisabuelo Zenón Iturralde fue un conocido pintor autodidacta en el siglo XIX y su abuela, Elisa Rocha de Ballivián, fundó la primera escuela privada de pintura de La Paz. De pequeña, mientras vivía en Francia junto a su familia, mostró un genuino interés en el arte, que después la llevó a ser parte del taller del conocido artista Juan Rimsa.
Luego, la impresionaron las convulsiones sociales que desembocaron en la Revolución del 52, etapa en la que hizo pinturas que retrataban la coyuntura social.
Su vida estuvo llena de viajes que influenciaron su carrera. Mientras residía en Chile descubrió las vanguardias pictóricas y pasó por una etapa constructivista, casi cubista. En París, donde vivió tres años, su arte mutó y absorbió la influencia de la abstracción.
Ya de vuelta en Bolivia, este influjo volvería a materializarse en su obra, intercalándose con momentos donde la figura toma las riendas de su propuesta.
“Los desnudos femeninos fue su etapa más intensa y larga. Como también fue la última, no sabemos qué hubiera hecho después. Pero definitivamente aquel tiempo estuvo marcado por una pasión muy fuerte. Creo que es el trabajo con el que más satisfecha se sintió”, detalla Perrin.
Como mujer, su hija la recuerda apasionada, con un carácter fuerte y explosivo. “Era cariñosa y también podía enojarse con facilidad, pero su rasgo más fascinante fue cuán trabajadora era. Nada le estaba dado por un talento superior, su entrega fue lo que construyó su carrera artística”, narra.
Para contar a detalle las diferentes facetas de María Esther Ballivián, Perrin está preparando un libro sobre su madre. Además de mostrar las diferentes etapas de su pintura, también tendrá un perfil escrito por Perrin y un estudio crítico de toda la propuesta artística de Ballivián.
El volumen, que ya está siendo diagramado, será presentado próximamente, como una manera de mantener vigente el legado de una de las artistas más importantes de Bolivia.