El mundo paralelo (y musulmán) de Alison Spedding
Imagen: Alison Spedding Pallet
Imagen: Alison Spedding Pallet
La escritora inglesa/boliviana lanzará este mes de julio su nueva novela ‘El secretario de su delirio’, una ucronía yihadista/indigenista/feminista.
Esto es la República Islámica Libre de Qullastán. Los musulmanes (y no los cristianos) conquistaron primero la Península Ibérica (sin “reconquista” posterior) y luego todos los territorios desde México hasta la Patagonia. Esto se llama ahora Amerikiyya, musulmana y no latina. Solo en el norte, en los Estados Confederados de América y en la Confederación Luisiana-Canadiense, gobiernan los cristianos. En Californaya, mandan los rusos zaristas (la revolución bolchevique no existió nunca).
En Qullastán las mujeres se están organizando; dicen ellas que tienen tanto derecho como ellos a interpretar y cumplir los mandatos del Corán. Algunas se reúnen en “warmis marcas”, los pueblos de mujeres. Otras estudian en la clandestinidad para ser maestras y se juntan en la “madraza” de chicas para hablar de Ibn Katari y Sayyida Bartolina, personajes borrados por la historia. En el pasado ellas también lucharon contra los granadinos y combatieron —voluntad de Alá— contra los impíos. Ahora van a actuar, pronto van a exigir con las armas (su organización subversiva se llamará “Las que arrastran”) que la universidad no sea solo para ellos. Ahora los hombres van a rendir cuentas.
Hemos caído en una grieta del tiempo. Estamos dentro de la última novela de Alison Spedding. Se llama El secretario de su delirio (editorial Mama Huaco, de próxima publicación). Esto es una entrevista con la “Gringa Alicia”, como la llaman sus colegas cocaleros de los Yungas. Spedding sigue cultivando hoja de coca ecológica en San Bartolomé (Chulumani); y sigue escribiendo libros sobre el tema (los dos últimos Manual del buen dirigente y Masucos y vandálicos: los conflictos en los Yungas, 2017-19).
Spedding es una enamorada de los géneros literarios. Los ha cultivado toditos: cuentos (El tiempo, la distancia y otros amantes); novela histórica (Manuel y Fortunato: una picaresca andina); la ciencia ficción (su trilogía inglesa y De cuando en cuando Saturnina); novela de saga familiar (Catre de fierro); “thriller” (El viento de la cordillera); y ensayos e investigación académica.
No tenía (hasta ahora) una ucronía; subgénero de la ciencia ficción, capítulo universos paralelos. Ahora ya la tiene. Spedding fantasea a partir de una pregunta: ¿qué hubiese pasado si los árabes musulmanes y no los europeos cristianos hubiesen contratado a Colón y conquistado el centro y el sur de América? Spedding ha estudiado y leído el Corán y recientemente ha dirigido una tesis en la carrera de Sociología de la UMSA (donde es docente) sobre la conversión al Islam de mujeres bolivianas. “¿Sabías que los islámicos no tienen Papa?”, dispara en mitad de la charla. Alison viste de negro, de arriba abajo; a ratos parece una ciudadana de Qullastán.
— ¿Cómo nació esta ucronía?
— Desde hace bastantes años tenía la idea de hacer un libro en el género de historia alternativa. De hecho, entre los historiadores profesionales existe un subgénero conocido como ‘historia contrafactual’ donde se empieza planteado una pregunta como: ¿y si los independentistas de Nueva Inglaterra hubieran perdido la guerra en 1776? Y se procede a imaginar y relatar cómo hubieran sido diferentes los eventos posteriores. En mi caso, la pregunta de marras era: ¿y si los moros de Al-Andalus hubieran contratado a Colón? América Latina sería América Musulmana. La plata de Potosí hubiera terminado igualmente en China de todos modos (pues ellos no aceptaron otro pago que en metálico para sus mercancías) pero habría ido directo de Sevilla a Estambul y de allí hacia el este. Entonces, Europa habría estado bastante alicaída en comparación con nuestro mundo.
De ahí, los anglos no conquistan más que el este de Norteamérica. Hay una Revolución francesa y una retirada de Moscú, pero Napoleón gana en Waterloo; entonces, no existe la compra de Luisiana porque Napoleón dijo no. Los rusos llegan hasta California en nuestro mundo, pero en ese mundo llegaron para quedarse, y además no hubo una Revolución Rusa, y por tanto, México tiene frontera con Californaya, que es parte del Imperio de Todas las Rusias; y así sucesivamente.
Me tomó bastante tiempo ir urdiendo todo esto, y a la vez —¡obviamente!— dedicarme a estudios islámicos. Como antropóloga formada en el Reino Unido se daba por supuesto que una debía tener conocimientos básicos de las culturas islámicas y haber leído unas cuantas etnografías clásicas al respecto. En base a eso fui buscando otros materiales y leyendo el Corán al menos tres veces.
— ¿Cuál es la trama?
— La novela tiene una trama principal, que son las desaventuras de Aisha, profeta —o al menos visionaria, después de Mahoma no hay más profetas— en contra de su voluntad. La protagonista conoce a un grupo de mujeres sufíes feministas en Cochabamba. El sufismo es algo parecido al pentecostalismo en el cristianismo, siendo la ala o corriente más dado a prácticas estáticas y misticismo. Estos eventos se desarrollan en la República Islámica Libre de Qullastán, sunita.
— Insertas en la novela (en realidad, son libros que lee una de las protagonistas, la Calixta) fragmentos reescritos y continuaciones de obras clásicas como El Buscón de Quevedo o un relato de Raymond Chandler. ¿Son ejercicios experimentales?
— Tenía en mente hace tiempo un proyecto. Era la (nunca escrita en este mundo) segunda parte de El Buscón de Francisco de Quevedo, donde don Pablos va a las Indias. Va a Potosí, a una fiesta de indios. Sentía que no tenía la capacidad de parodiar el castellano del Siglo de Oro, pero me lancé. Un colega español que leyó el manuscrito aprobó mi pastiche como reproduciendo en todo aspecto el lenguaje y el humor sarcástico del original. Creía que toda persona interesada en literatura en castellano conoce la primer parte del Buscón, pero ahora creo que en Bolivia, si identifican a Quevedo, es porque es un personaje menor de la película del Capitán Alatriste.
Mi don Pablos sale de Al-Andalus para ir a las Indias musulmanas. Los otros dos textos también representan literatura popular de sus respectivas épocas: la policiaca de Raymond Chandler y luego una revista que reproduce capítulos de Caso Cerrado; claro que con la Doctora Polo llevando “hiyab”.
— ¿Qué tanto se parecen Qullastán y Bolivia?
— Mientras iba armando el contexto de la novela, consideraba las diferencias que habría traído una conquista musulmana. La tradición de tejidos con diseños que el arte occidental llamaría abstractos habría tenido gran impulso sin incluir imágenes figurativas. Las borracheras rituales se hubieran ido reduciendo y se hubiesen convertido en cada vez más clandestinas. No se hubiera tenido nada en contra de la coca. La poliginia prehispánica se hubiera mantenido sin problemas (gran parte del libro trata de las relaciones entre “dorras”, lo que la antropología llama ‘co-esposas’, esposas del mismo marido).
Santa Cruz se llamaría Ciudad del Piraí, mientras La Paz sería Chukiyawu solamente, y Cochabamba, Oruro, Tarija y Chuquisaca (incluyendo la ciudad) mantendrían sus nombres. La Guerra del Pacifico se libró sólo entre Araucania (el Chile actual) y el Perú (ese siempre ha sido su nombre), pues Qullastán nunca tuvo mar, pero sí ganó la Guerra del Chaco y Paraguay sería el décimo departamento. Los Yungas son los Yungas, Larecaja es Larecaja, y por supuesto, tenemos el mismo Illimani y la misma marraqueta.
— La obra habla de contar la “historia de las mujeres”, de relatos del pasado ignorados y ocultos. Como casa todo esto con un presente donde los feminicidios van en aumento día tras día.
— Parte del activismo de las feministas islámicas consiste en rescatar y difundir esta historia de las mujeres. Permítame decir que creo que es debatible que en años recientes realmente haya un aumento cuantitativo en la violencia machista contra las mujeres. Más bien hay un gran cambio de actitudes respecto a publicar y denunciar estos hechos. Hace apenas un par de décadas, denunciar que la hija había sido acosada sexualmente era visto como “deshonrar a la familia”, y hasta “deshonrar” a la misma víctima, pues lo correcto era guardar silencio, y de paso, encubrir al victimador.
Como la mayoría de los actos de violencia ocurrían a puertas cerradas, presenciados sólo por miembros de la familia inmediata, eran considerados actos que, si bien nada correctos ni deseables, eran cuestiones privadas que no debían llegar al conocimiento de terceros y menos a las autoridades. Hoy, más bien, la familia “deshonrada” sería la que sigue ocultando estos hechos. De ahí viene un gran aumento de denuncias. Si se comete más actos de violencia en comparación con la cantidad de población, es algo que a mi parecer no ha sido demostrado de manera definitiva.
Es también posible que las mayores facilidades legales para obtener la separación o el divorcio, exigir pensiones familiares y similares, que permiten a más mujeres liberarse de una relación insoportable, dan lugar a un mayor número de maridos despechados que reaccionan violentamente ante estos retos a una autoridad que ellos creían absoluta. Entonces esta ola de violencia, si efectivamente es una crecida, sería una época necesaria hasta lograr anular esas actitudes sociales machistas.
— Atraviesa la novela tu paso por la cárcel. ¿Cómo has construido esos tres personajes de la novela, las dos Aishas y la Calixta?
— Doris Lessing dijo alguna vez que el/la autora de una novela es “todos” los personajes; incluso los que la misma perspectiva autorial representa como despreciables o hasta repelentes, y no sólo los protagonistas o heroicos. Esto suele ser difícil de aceptar por parte de lectores. Dostoyevsky es, o era, Smerdyakov y el viejo Karamazov, a la vez era Raskolnikov y Aliosha. Los episodios de encarcelación o detención, no sólo en cárceles si no en otros tipos de instituciones totalitarias, son recurrentes en todas mis novelas. Incluso antes de que yo misma llegara a la cárcel; ¡habrá sido una prefiguración! No sé porqué algunos piensan que Calixta en particular me representa, aunque es cierto que su caída por la grieta entre universos, cuando sube a una flota que resulta ser diferente, procede directamente de un sueño que tuve, cuando estaba media bloqueada con esta novela, y que me iluminó para no concebirla como historia alternativa, sino como otro subgénero de la ciencia ficción, los universos paralelos.
— Uno como lector se queda al final con ganas de más (eso es una buena señal). ¿Habrá segunda parte de El secretario de su delirio? Por cierto, ¿de dónde sale ese título?
– Es una cita de Lacan, o eso me dijo un amigo en Cochabamba. Estoy de acuerdo con que el final de esta novela no es el final de todo el relato: podría haber una segunda parte, titulada En búsqueda de la grieta donde “Las que arrastran” entran en contacto con el Comando “Flora Tristán”. “Las que arrastran son “Flora Tristán” en clave islámica, aunque todavía más radicales; pues sí o sí se dedican a “soft targets”.
No es una grieta en el tiempo, es una grieta entre universos, en un tiempo que corre más o menos paralelo; en los dos universos que figuran en la novela, ha habido las mismas guerras pero no siempre los mismos ganadores. Hay los mismos autores pero escriben otros libros, y los mismos personajes, pero no siempre con las mismas trayectorias de vida, como se demuestra en los casos de Napoleón y Lenin, y también con la “Sayyida” Bartolina.
Tal vez en el mundo de Qullastán, Stephen Hawking no pudo superar su enfermedad y no tuvo logro científico alguno, pero no por eso sus teorías no podrían ser aplicables, aunque nadie las conozca. Dado que —hasta donde ha llegado la narración— parece que el viaje entre universos es sin retorno, no me gustaría tomar esa ruta en absoluto, ni siquiera para visitar el Hollywood de Metro Goldwyn Eisenstein, y menos para conocer los Estados Confederados de América, donde tardó un siglo más que en este mundo la abolición de la esclavitud.
— La novela gira alrededor de la religión (islámica). ¿Hay espacio y tiempo para que las tres religiones monoteístas no sean captadas por los sectores más reaccionarios? Nos olvidamos, por ejemplo, que hay interpretaciones feministas del propio Corán.
— Al menos tratando de los “Pueblos del Libro”, como llaman los musulmanes a los seguidores de las tres grandes tradiciones monoteístas (bueno, monoteístas según los cristianos, para el Islam la doctrina de la trinidad es politeísta), cada tradición es diversa y tiene tanto sus ramas que promueven la liberación —sino ¿porqué Bob Marley cantó Redemption Songs?— como las reaccionarias y represivas. Si bien estas, por su propia naturaleza y conductas, suelen ser las más notorias y con impacto más impresionante.
Uno de los objetivos de mi libro es ofrecer una visión más amplia del Islam, pues me he ido dando cuenta de que hasta las y los intelectuales bolivianos en general reconocen la cara de Osama bin Laden, pero más allá de eso no saben casi nada más que reportes mediáticos superficiales sobre radicales intolerantes y actos de terrorismo, que son tan representativos del Islam como el Santo Oficio de Torquemada podría ser del cristianismo, o siquiera del catolicismo.
— Has sido muy crítica con el gobierno del ex presidente Evo Morales, que terminó en un golpe de Estado y la llegada de un gobierno de ultraderecha con la Biblia en la mano y dos masacres. ¿Cómo analizas la política boliviana y hace donde crees que caminamos?
— No me ha sorprendido que un colega brasileño tomara el acto oportunista de Camacho de entrar al Palacio Quemado con la Biblia en su mano como indicio de que estaríamos frente a un nuevo Bolsonaro, pero sí me sorprende que alguien que reside en Bolivia lo haya tomado igualmente en serio. Reclamos del evangelismo fundamentalista no han sido elementos destacables de las acciones posteriores de Camacho y sus seguidores, y las arengas disparatadas del ministro Arturo Murillo tampoco bastaban para calificar el gobierno de transición —que es la denominación correcta, siendo neutra y fuera de las polémicas infructuosas de golpe versus fraude— como de ultraderecha. Eso es tan desubicado como calificar al MAS como de ultraizquierda (o siquiera como socialista, diría yo).
Yo me inscribí en el MAS en 2002, aunque nunca he militado como tal, y considero que a partir de su tercera gestión, ganada en base a argumentos chicaneros que no hemos sabido rebatir en su momento, se desvió de su rumbo inicialmente esperanzador y empezó a fomentar la división y la polarización con fines de persistir en el poder a toda costa. Por supuesto que esta mi posición se debe mucho a ser socia de Adepcoca, organización que también apoyaba al MAS en un principio pero que desde 2017 pasó a la oposición activa.
No estuve de acuerdo con recibir a Camacho en la única ocasión que vino a darse una vuelta de popularidad en el mercado de Villa Fátima poco antes de la huida de Evo, pero en ese entonces era “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Después jamás tuvo contacto alguno con los cocaleros de Yungas. Por haberle recibido una vez ¿somos de la derecha?
El gobierno de Arce ha pasado de la represión directa a la represión judicial, deteniendo a dirigentes de todo nivel con la misma lista de 15 delitos. La mayor parte termina descartada por falta de prueba alguna, pero aún así sirven para perjudicar a la persona detenida durante un mínimo de dos años, hasta que pueda salir por retardación de justicia. Esto ha sido más efectivo en debilitar a las organizaciones, pues ya nadie quiere ir de dirigente por miedo de ser encarcelado con falsas acusaciones. No calificaría esto como acción de derecha ni de izquierda, es realpolitik, pero un realpolitik sumamente desagradable.
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Con razón los evistas se llevan tan bien con México, pues pareciera que su meta es reeditar el modelo del PRI: caciquismo y corrupción rampante incluida, con vistas a permanecer 60 años en el poder. ¡Y aún más lamentable es la llamada oposición! Hasta ahora no han podido aprender que ser oposición consiste en, cada vez que el gobierno emite una propuesta, lanzar una propuesta alternativa argumentando lo que ellos —estando en el poder— harían por la salud, educación, creación de empleos, etc. Sería mejor y más efectivo. En vez de eso siguen creyendo que ser oposición consiste en intentar meter un palo a la rueda mediante denuncias quejumbrosas, sin llegar siquiera a ser demagógicos como para granjear apoyo.
Rodrigo Paz tiene un discurso más razonable, pero votar por él sería favorecer el regreso de la vieja guardia tampoco tan gloriosa (ni libre de vínculos tipo ‘narcoestado’) en su época. Desde Santa Cruz se pasan alabando el ‘modelo cruceño”. ¿Será que no se dan cuenta de que si no salen de su regionalismo irredento nunca tendrán una candidatura con arrastre nacional? Carlos Mesa se ha mostrado incapaz de montar una campaña efectiva, y menos en provincias. Y el “Wayna Mallku” debería llamarse “Yuqalla Mallku”. Si yo fuera el MAS, lanzaría de candidato al Andrónico (o ‘el Andrógino’ como le llaman en Yungas); al menos pasaríamos cinco años escuchando discursos de otra persona. Pero no, se enfrascan en el viejo caudillo versus el nuevo que intenta en vano actuar como caudillo y tampoco ha cumplido las esperanzas de una gestión tecnocrática calificada.
— En tu novela, Bartolina Sisa es heredera del profeta Mahoma y otra vez vuelve al presente de nuestros días con amenazas de sitio y demás. ¿Crees en la memoria larga?
— Nunca me ha convencido gran cosa eso de la memoria larga, pero es como para creer que el asedio de Ibn Katari y la Sayyida Bartolina, en sus encarnaciones de nuestro mundo, habría dejado una cicatriz hereditaria en las mentes de los habitantes urbanos de Chukiyawu. Recuerdo cuando en 2003 llamaban desesperados a las radios alegando que las hordas alteñas ya estaban bajando por Llojeta, no hubo tal. En 2019 sí llegaron a una especie de “Mexican stand-off” (jerga en inglés para referir a cuando dos bandos enfrentados se paran uno frente al otro pero al fin no se atrevan a pelear) en barrios como Irpavi, pero tampoco llegó a mayores. Se quedaron en lamentos diciendo que los alteños robaban los rollos de papel higiénico del Megacenter.
En Yungas rezamos para que los peruanos extraditen al Evo a la hermana república. De repente si pasaría eso, se cumpliría la invasión de Puno en 2025 (por parte de tropas masistas a la cabeza de Lidia Patty, Bartolina vuelta hecha millones), tal como lo he retratado en De cuando en cuando Saturnina. Hace varios años, cuando quemaron a su alcalde en Ilave, dijeron que querían pasar a Bolivia. En mi novela, Lima al fin tira la toalla, pues Puno les cuesta más que los beneficios que obtienen de esa mancha india, y lo dejan ir. En este país, nunca se sabe qué puede pasar a futuro; la única cosa que se conoce a ciencia cierta es que la coca seguirá manteniendo al país por los siglos de los siglos, amén.
Texto: Ricardo Bajo H.
Fotos: Ricardo Bajo Herreras y Alison Spedding Pallet