Club del libro para ciegos, la aventura de leer
El grupo Seis Puntos para el Conocimiento alimenta el amor por la literatura y la historia en no videntes.
Los miembros de Seis Puntos para el Conocimiento decidieron —en 2015— emprender la aventura de leer en conjunto. Tres de ellos, contagiados por la energía del grupo, sueñan con más; comenzaron a escribir obras propias, que esperan presentar en algún momento. Este primer club del libro para ciegos de La Paz es una iniciativa que les permite reinventarse y redescubrir un amor por los libros que muchos tenían antes de que sus ojos dejaran de ser funcionales.
Cada tercer viernes de mes los 14 miembros activos escalan las gradas del Instituto Boliviano de la Ceguera (C. Colombia 464, San Pedro) para llegar a la biblioteca. Durante los casi tres años que vienen reuniéndose allí, han leído ya 22 libros de literatura e historia universal, latinoamericana y nacional.
Cada sesión comienza con presentaciones de actas e informes de actividades, como recomienda el Comité Departamental de Clubes del Libro de La Paz (Codecli), del cual son socios. Después, por votación, se elige el siguiente libro a leer o bien cada asistente expone lo que más le gustó o sorprendió de la obra en cuestión.
Pueden descargar audiolibros de internet, y tienen varios ya traducidos al braille —sistema de lectura y escritura táctil pensado para personas ciegas—, pero aún hay muchas limitaciones en el acceso a textos nacionales. “Estábamos leyendo La chola y los mariscales de José Antonio Gil, que nos cedió un audiolibro, narrado por él mismo. Lo malo es que faltan los tres últimos capítulos. Nos hemos quedado con las ganas de saber qué pasa”, cuenta Freddy Valdivia, actual presidente del club.
Esta experiencia es para él una forma de romper con el aislamiento que siente, incluso junto a su familia. Cuando la deficiencia visual no es algo que construye una pared, sino un elemento común, Freddy siente que puede expresar lo que piensa libremente. “Los libros significan mucho para mí y leer juntos es como volver a nacer. He recuperado algo que siempre me gustó hacer en mi juventud. Todo lo que conocí antes de perder la vista —colores y paisajes, por ejemplo— se recrea”.
Para Magda Tarqui, quien perdió la vista paulatinamente, sus compañeros son maestros que la ayudan a practicar habilidades que necesita para desenvolverse. Una de sus dificultades fue su falta de sensibilidad en las yemas de los dedos por haber sido guitarrista cuando era más joven, pero poco a poco va descubriendo que se hace más fácil identificar las combinaciones que conforman los signos del sistema braille.
“Al principio uno se deprime cuando pierde la visión, quiere aislarse y huir. Aún soy bastante lenta para leer, pero al verlos me doy cuenta de que puedo mejorar”.
La deficiencia visual les llegó de golpe a Nieves Moscoso e Hilarión Mamani. Ella tuvo un accidente, mientras que él sufrió una hemorragia retinal que hirió permanentemente sus ojos, de un día para el otro. Ambos cuentan con el apoyo incondicional de sus familias, pero encuentran en este espacio un lugar donde nadie los sobreprotege, lo que les permite desarrollar más rápidamente nuevas destrezas.
La lectura es para ellos una herramienta de rehabilitación que hace su vida cotidiana más productiva y fluida. Para Magda, ser independiente y cuidar de su hijo fueron la mejor motivación para aprender y practicar la lectura. “Dignifica nuestra condición de personas y nos permite imaginar todo lo que contiene la naturaleza y la preciosidad de la vida”, complementa Freddy.
Hermandad. Hilarión Mamani, Nieves Moscoso, Olga Mendoza, Patricia Rodríguez, Alberto Plata, Gabriela Frías, Ana María Forgues, Magda Tarqui y Freddy Valdivia, en el patio del Instituto Boliviano de la Ceguera.
Alberto Plata, no vidente desde niño, aprendió a leer con la sensibilidad de sus dedos de pequeño. Por 35 años fue maestro de música y fundó varios coros, así como un conjunto musical llamado Los Inseparables, con el que viajó por Bolivia y Latinoamérica. Si bien la ceguera no fue un obstáculo infranqueable, tuvo la suerte de poder trasladarse por distintas ciudades —de su Oruro natal a La Paz y luego a Potosí— para seguir con su educación.
En el grupo es de los que más velocidad tiene al leer y escribir en braille. Con un punzón y una pizarrilla, que tiene una cierta cantidad de celdas, se hacen pequeños puntos en papel grueso. Para leer, basta con dar la vuelta el papel. Alberto prefiere los libros de amor, como Marianela del español Benito Pérez Galdós. Para muchos el maestro es una inspiración, que les muestra que con tiempo y paciencia la lectura táctil puede ser igual de fluida que aquella que alguna vez practicaron.
Lecturas para volar
Una de las obras que más han disfrutado fue Tempestad en la cordillera del escritor boliviano Wálter Guevara Arce. “Esto tal vez por la precisión y el desarrollo de las descripciones”, comenta Ana María Forgues, activista y fundadora del Club del Libro Seis Puntos para el Conocimiento.
Nieves disfrutó sobre todo de Platero y yo del español Juan Ramón Jiménez. “Siento que es pura poesía y me gusta mucho por eso. Me inspira a escribir mis propios textos”, describe. Para Olga Mendoza, bibliotecaria y miembro del club, uno de los textos que más la impresionó fue aquel que el cochabambino José Antonio Gil les cedió y del cual aún no conocen el final, por su relación con la historia de Bolivia.
El que más polémica generó fue Ensayo sobre la ceguera del portugués José Saramago. Para Gabriela Frías es un libro crudo, que la impresionó mucho.
“Refleja que las personas que ven, muchas veces, no se dan cuenta de lo que pasa más allá de sus narices. Son capaces incluso de dejar morir a alguien, sin ayudarlo”. A Alberto, por su parte, no solo no le gustó, sino que se sintió ofendido e insultado por la reflexión del escritor europeo.
Como primer club del libro para personas ciegas, otra de sus principales luchas es la inclusión. Desde su fundación en 2015 han participado de dos ferias internacionales del libro. Allí presentaron libros para niños que motivan la sensibilidad táctil con elementos de diferentes texturas. También dieron talleres de sensibilización, para que niños de colegios aprendan a reconocer y ayudar a personas no videntes que transitan por la ciudad.
“El año pasado invitamos a 50 oficiales de Policía a que tomaran el curso, y nos sorprendió la inscripción de 300”, comenta entusiasmada Ana María.
Patricia Rodríguez, quien perdió la vista de manera paulatina, creó para la Feria Internacional del Libro de La Paz 2017 una obra didáctica que incorporó cierres, botones y otros elementos cotidianos para ayudar a los niños ciegos. Ahora está escribiendo una novela y cuentos infantiles. Estos últimos también motivarán la sensibilidad táctil de los pequeños.
En la nueva versión de la feria que se realizará esta gestión, el club quiere hacer realidad otro sueño: presentar una guía de rehabilitación para ayudar a las familias y personas que no pueden acceder a los centros que realizan estos cursos.
Esta iniciativa, que nació de la voluntad de Ana María y Patricia Quintana por difundir la lectura en todos los ámbitos posibles, no recibe dinero como ayuda.
En lugar de esto, instituciones como la Embajada de España —que donó 17 tomos en braille de El Quijote de la Mancha— aportan con papel especial para las impresiones (120 micras), o con elementos para que ellos mismos puedan imprimir obras. Todos los interesados en asistir o en donar pueden comunicarse con Ana María Forgues al teléfono 72082685.